Muy profesional

La semana pasada planteamos en el estudio un ejercicio para, entre otras cosas, redefinir la percepción que los clientes debían tener de nuestra empresa. Al final del mismo reunimos un listado de adjetivos que fuimos filtrando según el grado de afinidad con nuestra marca. 

Durante el transcurso del ejercicio nuestras propuestas iban coincidiendo plenamente, llegando a conclusiones muy interesantes que no esperabamos para nada pero que resultaban esclarecedoras de cara a un posible cambio no solo en la comunicación de la empresa, sino en el propio servicio que ofrecemos.

La polémica surgió muy cerca del final, cuando apuntamos el concepto “profesional”. Mis compañeros opinaban que, además de ser una palabra claramente positiva, la profesionalidad excluye per se aquellos términos de caracter negativo relacionados con negocio. Para defender su opinión expusieron afirmaciones como “un profesional siempre llega a tiempo con un trabajo”, “una persona profesional busca el mejor resultado posible”, “si Fulanito sabe qué tecnología/metodología usar, entonces es un gran profesional”, etc.

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Tras debatir durante un rato decidimos dar por concluido el ejercicio. De camino a casa no dejaba de darle vueltas a la cabeza. Algo seguía sin cuadrarme, aunque no era capaz de verbalizar el qué.

Este fin de semana he sacado un hueco para leer “Diseñador/Ciudadano”, uno de esos libros que se devoran de una sentada y que deberían ser de obligada lectura para cualquiera que se inicie en la profesión.

El texto recopila cuatro charlas que Milton Glaser dio a sus alumnos de diseño. Casualmente en una de ellas habla sobre la profesionalidad, afirmando que esta no debería ser un objetivo en si mismo en profesiones que tienen un (y perdón por la expresión) componente creativo:

[…]cuando estás haciendo algo de forma repetitiva para minimizar riesgos, o haciéndolo de la misma manera en que lo has hecho siempre, se hace patente por qué la profesionalidad no es suficiente. Al final, lo que hace falta en nuestra disciplina es, por encima de todo, la transgresión continua.

Pero la profesionalidad no lo permite, porque toda transgresión conlleva siempre la posibilidad de fracaso y, si eres un profesional, tu instinto te prohibe fracasar: debes tener éxito una y otra vez. Esto es lo que convierte la profesionalidad, como un objetivo vital, en un objetivo limitado.

No puedo estar más de acuerdo con Glaser y al mismo tiempo no sé cómo digerir tal afirmación. Si algo ha caracterizado a nuestro gremio durante los últimos años ha sido la búsqueda de la metodología perfecta para solucionar problemas de la forma más eficiente posible. Más justificación e ingeniería y menos “concepto”. Y, salvo casos excepcionales, las empresas siempre buscan minimizar riesgos siendo la optimización de procesos aquello que anhelamos todos los que montamos un negocio.

Seguiré dando vueltas al tema, porque todavía no lo tengo claro.